Por el Futuro de la Educación Dominicana
Por Máximo Encarnación Gomera
En un momento dado, estamos en nuestra casa descansando. De repente, saltamos nerviosos de la cama, del asiento o de donde sea que nos encontremos. Esto como respuesta involuntaria al estruendo repentino que emite el equipo de música de algún vecino o de un automóvil a toda velocidad. En ocasiones salimos, conduciendo o a pie, y vemos varios tipos de desperdicios en la calle. En otros momentos, utilizando transporte público o privado, es común ver a otros conductores cruzando la luz roja o cometiendo otros tipos de violaciones a las leyes de tránsito. También, al pasar por locales donde se alojan instituciones educativas, podemos percibir un bullicio que no es propio a este tipo de lugares. Ese comportamiento de una parte considerable del pueblo se ve reflejado en los resultados negativos obtenidos por la República Dominicana en las mediciones internacionales en materia de educación. Todo eso indica que para garantizar la permanencia y el desarrollo real del país es necesaria una profunda transformación en ese sector.Los resultados
mencionados no pueden ser otros a juzgar por la baja calidad del esfuerzo
que se ha hecho históricamente para el desarrollo de la educación
dominicana. Si se hace una retrospección,
se notará que en los años 80s se invertía en
ese sector el 8% del presupuesto nacional. Entre otras razones, esa situación provocó una crisis de efectos en cadena.
El primero fue el bajo salario para los educadores.
En consecuencia, esos profesionales vieron disminuida su calidad de vida, lo que resultó en que la carrera
docente perdiera una parte considerable de su
atractivo. Como resultado, se produjo una gran deserción de presentes y
futuros educadores y el desánimo se
apoderó de otras personas que planeaban insertarse en ese campo del saber. Esto obligó a las universidades privadas
a cerrar sus escuelas dedicadas a la pedagogía.
Sin dudas, la educación liderada por maestros bien formados
es la vía idónea para impulsar el
desarrollo. Por eso, a pesar de la crisis, la formación docente debía seguir hacia adelante. Para ello se
requería de una visión centrada en la superación de necesidades sociales, y esa era una ocasión propicia. En tal
virtud, el otrora Departamento de Pedagogía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) fue la única unidad académica que
siguió formando maestros a nivel de grado
a pesar de haber sido afectado por la baja cantidad de estudiantes. Más tarde, debido al crecimiento exponencial de su matrícula, esa
escuela fue elevada al rango de
facultad, naciendo así la Facultad de Ciencias de la Educación en el 2008. A pesar de esa labor en favor de la
educación dominicana, la Primada de
América se ha manejado con un
déficit presupuestal después de que, en el año 1966, pasó de ser una universidad mayoritariamente de
élites económicas a una universidad de puertas
abiertas al pueblo. Este déficit permanente, de alguna manera, ha afectado negativamente el desarrollo de la educación
en el país. Con la intensión de ayudar a cambiar la situación, entendidos en la
materia se pronunciaron a favor de una mayor inversión
y la mejoría en la calidad del muy bien llamado motor del progreso de los pueblos.
Concomitantemente, varios sectores de la vida nacional también se hicieron
eco de esos pronunciamientos basados
en argumentos de carácter técnico.
Después de
discusiones y protestas por parte de los sectores que entendían la importancia de la inversión en el sector
educativo, en el año 1997, se promulgó la ley que asignaba el 4% del Producto Interno
Bruto (PIB) para la educación
dominicana. También, como consecuencia de los reclamos de muchos
segmentos de la sociedad, en el año
2012 se aprobó la asignación presupuestaria que manda la mencionada ley. Se inició la distribución de esos fondos
privilegiando el gasto en infraestructuras
escolares. Si ponemos en paralelo la inversión en tres componentes primordiales del sistema educativo y los
comparamos, nos daremos cuenta de que mientras
se invertía en la construcción de infraestructura, era tímida la inversión en diversos aspectos relativos al personal
docente y en los programas educacionales para servir
al estudiantado una mayor calidad en su proceso de aprendizaje.
En sentido
general, el programa considerado el más ambicioso lo constituyó el de tanda extendida. Sin embargo, los medios
de comunicación dan cuenta de que en el mismo
se duplicó el número de horas que maestros y estudiantes permanecían en los planteles escolares. En realidad, la
puesta en marcha de ese programa fue un paso
de avance, pero faltaban componentes fundamentales del proceso enseñanza- aprendizaje. Es decir, faltaba
una mayor cualificación de los docentes
que conducirían las nuevas
experiencias de aprendizaje concebidas para ser llevadas a cabo por los estudiantes en esa nueva modalidad educacional. Además, faltaba la
adecuación del currículo para impartir las nuevas disciplinas que
complementarían a las existentes.
Es bueno
resaltar que en el país ya existía un tipo de formación compatible con el programa de tanda extendida. Se trata de
la educación politécnica o Formación Técnico
Profesional (FTP). Países que son paradigmas en educación y desarrollo económico en el mundo, ya la habían
valorado y la habían adoptado exitosamente. En
el caso de la República Dominicana, los resultados están presentes en cada egresado de los institutos politécnicos.
Ese grupo de hombres y mujeres tiene una formación integral
que les dio la opción de formar parte de la fuerza laboral mientras cursaban sus estudios universitarios. También tenían la
alternativa de detenerse al término
del nivel preuniversitario si así lo decidían
por cualquier circunstancia.
Eso indica que la implementación adecuada de ese tipo de formación resulta en la capacitación de los
egresados de la educación media para entrar en la producción de riqueza y contribuir con el desarrollo aportando
los conocimientos técnicos y
humanísticos adquiridos en su educación preuniversitaria. Siendo así, la universidad deja de ser la única
posibilidad de esos egresados para acceder a algo tan básico como un empleo y devengar
un salario que permita satisfacer las necesidades
perentorias suyas y de sus familias.
El índice de
pobreza en la República Dominicana y sus desafíos en materia de competitividad en los mercados
internacionales son excusas contundentes para que el país implemente la Formación Técnico Profesional en los
centros de educación preuniversitaria.
Gracias a esta, los egresados seguirán destacándose en las aulas universitarias y aportando con sus
competencias a su desarrollo personal y al crecimiento de la nación dominicana en
todos los órdenes. Ese tipo de programa educativo les permite desarrollarse en el campo humanístico, científico, tecnológico, artístico y otros de acuerdo con sus actitudes
y aptitudes. Para lograr la implementación de la modalidad antes
señalada pueden servir como punto de partida
los pasos que el estado ha dado para mejorar la educación, los cuales incluyen la implementación del programa de
tanda extendida y la construcción de un número importante
de escuelas.
La pedagogía
ha situado al maestro como el guía del proceso
enseñanza- aprendizaje. De ahí
se desprende que este juega un rol protagónico en pos de una educación de calidad para todos. Vista
esta realidad, para formar a un ciudadano que
sea agente activo, efectivo y eficaz de desarrollo humano y material del país,
la formación docente es un asunto
crucial. Para que esto pase de ser un sueño, se hace impostergable que las instituciones responsables de las áreas
educativas fortalezcan e incrementen las alianzas de cooperación con los sectores
organizados de la
sociedad
dominicana y el sector privado para emprender acciones que den al traste con los problemas que mantienen al sector
educativo en un sitial preocupante. De igual
modo, se hace también impostergable que esas autoridades brinden el apoyo necesario y aprovechen el cúmulo de
experiencias que históricamente ha reunido la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, la institución de educación
superior más vieja del país y del
nuevo mundo y pionera en la producción de conocimiento, no solo en educación, sino en muchos otros ámbitos.
A propósito de
la formación de maestros, la cual es servida por las instituciones de educación superior (IES), además de la ya
mencionada universidad estatal, el país cuenta con el Instituto
Superior de Formación
Docente Salomé Ureña (ISFODOSU) y con las
universidades privadas, que volvieron a incluir
la carrera de educación en su oferta curricular en los 90s. Entre esas universidades se destacan:
la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU); el Instituto Tecnológico de Santo Domingo
(INTEC); la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra
(PUCMM); la Universidad Católica de Santo Domingo (UCSD) y otras. Estas también
tienen un papel muy importante qué jugar en la transformación de la educación. Cada una de esas instituciones de educación superior tiene sus méritos para coadyuvar
en la formación del maestro a los niveles que el país necesita
para alcanzar el desarrollo.
Para formar maestros que propicien las transformaciones locales
planteadas y respondan a los estándares de calidad que demanda el mundo de hoy, el mencionado
apoyo de los gobiernos y del pueblo dominicano en general a las universidades en su fortalecimiento debe
cubrir todos los órdenes relativos a la educación
superior. Esto quiere decir que, entre otras cosas, las inversiones que han de hacerse deben redundar en más
formación especializada y salarios más dignos
para el personal docente, más y mejores tecnologías, más innovación, más infraestructura adecuada, entre otras. En
ese mismo orden, uno de los aspectos fundamentales
a prestar atención en las universidades es el fortalecimiento de las carreras relacionadas con el área
educativa. Por ejemplo, en la UASD se imparten
programas tanto de licenciatura como de maestría
en diversos campos como Educación Inicial y Enseñanza de Lenguas
Extranjeras. Esto por mencionar solo dos
programas. Según datos publicados en la Internet, en la PCMM se imparte la Maestría
en currículo y Pedagogía de Nivel Inicial.
En ese mismo tenor, es necesario
que en las alianzas estratégicas ya mencionadas se propicie y apoye la apertura
de carreras en disciplinas pedagógicas inexistentes en las universidades del país. Entre varios ejemplos podemos
citar las carreras de Psicopedagogía y Evaluación
Educativa.
Todo aquel con
conocimientos básicos en educación superior sabe que, además de formar profesionales para el desarrollo de los países,
la misión de las universidades, entre otras cosas, es
producir inventos y realizar descubrimientos.
Esa labor es competencia de las ciencias
tanto naturales como sociales. En condiciones
ideales, el personal que lidera al resto de los actores de la universidad son los hombres y mujeres que hacen
investigación siguiendo el más alto rigor. Es
importante decir que en las universidades emblemáticas del mundo, salvo
casos excepcionales, este personal
tiene en su haber el título de doctorado, y en muchos casos, de
posdoctorado.
En la línea de
las ideas anteriores, cabe destacar que los programas de doctorado son exiguos en el país en una época en que, para la acreditación de las universidades del mundo, el número de
docentes con este grado es una condición insoslayable.
Es notorio que los doctores dominicanos se forman en programas auspiciados por universidades extranjeras.
Esto trae como consecuencia, entre otras cosas,
que las universidades tengan dentro de su personal docente a un número insuficiente de profesores con esa
investidura cuando la tendencia mundial es a
requerir que todos los aspirantes a ocupar esos puestos tengan la
titulación más alta dentro de los
peldaños de la escalera académica. Para solucionar este problema se hace necesario que se fortalezcan los
programas de intercambio académico con universidades
extranjeras, de forma tal que se incluya la entrada al país de personal docente para abrir las carreras
inexistentes con miras a cubrir todos sus niveles, dígase licenciatura, maestría y doctorado. Además, se debe
realizar gestiones para que esos
programas incluyan la compleción de las carreras ya existentes en los niveles de carencia. Uno de los objetivos
de esos programas de intercambio debe ser
que cuando las universidades tengan las carreras completas en sus niveles, el personal dominicano que haya reunido las
condiciones que le perfile para esa tarea pueda regentear
las mismas. De esa manera,
un aumento significativo de la producción vernácula de conocimiento y recursos en las áreas pertinentes al desarrollo
constante de la educación y otras áreas será una realidad. La superación de los desafíos en los programas de
doctorado, el fortalecimiento de la UASD y del
resto de las universidades dominicanas como formadoras de maestros
tendrá como consecuencia un empuje
importante en la investigación
científica y la calidad de los
egresados. Esto, a su vez, constituirá una profunda transformación educativa y afectará
significativamente a los
niveles secundario, primario e inicial.
Podemos llegar
a la conclusión de que, para responder efectivamente a los retos planteados, el estado dominicano debe
cumplir a cabalidad con su rol de garante de
una educación de calidad. En ese tenor, los ministerios de educación
tienen la responsabilidad de atraer a todos los sectores de la vida nacional para que jueguen
su rol en el
desarrollo de un bien intangible que, aunque a largo plazo, tiene resultados muy tangibles como son un ciudadano formado
integralmente y la producción
de bienes y servicios de calidad para satisfacer la demanda local y competir en los mercados internacionales.
También, los tomadores de decisiones deben
tomar en cuenta la experiencia vivida por el país e imitar a otros líderes que, en momentos críticos en la historia de sus
países, asumieron la Formación Técnico Profesional
como un eje transversal a la educación preuniversitaria. A lo antes dicho se añade que, mediante las
inversiones económicas necesarias y la aplicación de estrategias de mejora en puntos cruciales, se debe elevar la calidad
de la educación a tal punto que los números negativos en las
mediciones internacionales se
reviertan. También, por sus méritos históricos y los servicios prestados a la nación dominicana, la Universidad Autónoma
de Santo Domingo es una institución de
nivel superior clave para desarrollar la educación del país a los más altos niveles.
En esa virtud, debe tomarse en cuenta que esa institución junto a las demás instituciones de nivel superior forman
en sus campus a los maestros que han de guiar
el proceso docente. En esos campus se forjan, a su vez, los demás procesos para el desarrollo. Por tanto, se debe
dotar a esas instituciones de todos los recursos necesarios para cumplir con su labor, la cual
indefectiblemente resulta en los más grandes
beneficios para el país. Finalmente, la formación de ciudadanos críticos y comprometidos será el resultado de esa
transformación de la educación para que desde
cualquier ámbito en que les toque desempeñarse tributen al desarrollo real de la República
Dominicana.
NOTA: El autor
es profesor de la Escuela de Formación docente para la Educación Media y de la Escuela de Idiomas en la
Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD.
Se ha desempeñado como educador por 34 años en los niveles Básico, Primario, Secundario y Superior, tanto en
el sector público como privado. También es autor
de varios libros,
entre los que se destaca
El Autoaprendizaje de Inglés.